miércoles, 24 de agosto de 2011

Lo ves tú como lo veo yo?

Esta semana hubieron varios comentarios en el Facebook originados por la noticia de un terremoto en Estados Unidos. Quién los leía podía ver dos posiciones encontradas, por un lado estaban quienes hacían burla del miedo sentido por los americanos poco acostumbrados a sismos comparando los que tenemos en nuestra ciudad con el sentido por ellos. Varias personas inclusive hacían mofa y ponían nombres a estas personas. Del otro lado estaban quienes viven en ese país o tienen amigos o familiares que residen allá y que se mostraban preocupados y legítimamente asustados. Algo muy parecido sucedió hoy cuando supimos la noticia de un sismo en Pucallpa, nuevamente se podían leer comentarios de los dos tipos por esta red social.
Curiosamente durante esta semana leí el post de un amigo que decía que antes de juzgar a los demás debemos de haber vivido sus experiencias, de haber luchado sus batallas, de haber caído y haber sido capaz de levantarse como ellos.
Quizás querido lector te preguntes cuál es la relación entre estos dos hechos y te la voy a explicar, creo que ambos de alguna manera convergen en un mismo punto: a menudo reaccionamos según nuestra propia percepción de la vida y emitimos juicios y decimos cómo deberían pensar, reaccionar y actuar los demás basados en nuestra propia experiencia sin pensar que para las demás personas las cosas son diferentes.  Para quienes como yo vivimos en una ciudad donde los sismos son muy comunes la reacción de quienes se asustaron con el sismo es exagerada, para ellos nuestra reacción podría ser considerada cómo insensible y falta de respeto. De así serlo ambas partes estaríamos emitiendo un juicio parcializado y de alguna manera injusto.
Cuando juzgamos a los demás y sus actos nos olvidamos que detrás de lo que una persona dice o hace existe todo un mundo emocional y psicológico que es el resultado de sus niñez, de sus deseos y sueños frustrados, de su familia, de sus logros y de sus derrotas e inclusive de dónde y cuándo nació. Recordarlo no siempre es fácil pero pienso que es necesario. Así no caemos en el error de pensar que ya conocemos a las personas, que podemos opinar libremente sobre sus vidas, que sabemos lo que les conviene o necesitan. O inclusive el pensar que sabemos  que deberían decir o sentir y en ocasiones hasta pretender estar seguros de que quieren escuchar.
No pretendo decir que yo nunca juzgo a los demás y que nunca caigo en los errores que menciono anteriormente porque no es así. La intención de esta corta nota es reflexionar sobre esto y tratar así de recordar que lo que podemos ver externamente no necesariamente refleja el interior de las personas antes de convertirnos en jueces del mundo y también la de compartir con ustedes este sentimiento que me ha acompañado en los últimos días.


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