sábado, 26 de marzo de 2011

Crónicas de una mujer al volante


“Mujer tenía que ser” es la frase usualmente dicha por muchos hombres cuando ven a una mujer conduciendo.  Normalmente se dice que las mujeres son pésimas conductoras y he de reconocer  que en mi camino se han cruzado varias que dan la razón a quienes así lo creen. Por otro lado conozco a muchas mujeres que son excelentes al volante y que tienen igual o más habilidad que la mayoría de conductores hombres.
Recuerdo que desde niña soñaba con conducir un auto y me veía a mi misma  pasando raudamente por avenidas y calles saludando a mis vecinos al mismo estilo de la Barbie. Cuando me compre mi primer auto en el año 2001, un pequeño Toyota  Starlet azul, me inscribí en clases de manejo y aprendí a operarlo pero nunca lo maneje porque no necesitaba hacerlo, mi hermano me llevaba a donde necesitaba y el lugar donde trabajaba no tenía cochera así que esas fueron  dos perfectas excusas para no hacerme cargo de manejar mi propio carro.
Con el tiempo y ya casada mi pequeño Starlet evolucionó y se convirtió en un Hyundai Accent para finalmente llegar a ser un Volkswagen Gol más moderno y con un motor mucho más fuerte, esta vez era mi esposo quien hacía las veces de amoroso chófer que me llevaba y traía hasta que hace un año y medio decidí que ya era tiempo de tomar el timón y me volví a inscribir en clases de manejo  y logre sacar mi licencia de conducir.
Me compré un pequeño, antiguo y muy fiel Volkswagen escarabajo del 64 y fue ese el carro con el que me decidí a aventurarme por las agresivas calles de Arequipa  y que me protegió de los benditos Ticos y combis. Como todo conductor inexperto cometí  varios errores, entré en contra en varias calles y me pasé en más de una ocasión la luz del semáforo pero gracias a Dios nunca tuve mayor  inconveniente. 

Creo que si bien el ser mujer tiene una desventaja al momento de conducir ya que todos asumen que no lo vas a hacer bien, también tiene algunas ventajas como consecuencia en parte del instinto de protección de los hombres, me ha pasado en algunas ocasiones que cuando un policía de tránsito enojado  viene a mí porque cometí algún error al verme “sola”, “frágil” e “indefensa” ha bajado el tono de voz y muy amablemente me ha explicado la falta. 

Nunca olvido la vez en que mi fiel escarabajo se detuvo inexplicablemente en medio de un cruce de cuatro calles y cuando el iracundo policía de tránsito se acercó para pedirme fuertemente que lo mueva no le quedó más remedio que empujar él mismo el auto al ver mi mirada suplicante al mismo estilo del gato con botas de Shrek y escuchar en mi suave voz que yo no sabía nada de autos y que si por favor me podía ayudar. Aún recuerdo al policía subido de peso  y sudando la gota gorda mientras empujaba mi auto.  
Escribir esta nota también me trae a la mente a otro amable policía que me detuvo por  estar manejando con las luces apagadas (felizmente hacia solo una cuadra que había partido). Cuando le explique que él era el primer policía  de transito que me detenía en mi vida su reacción fue hacerme una venia y decirme: “Es un honor señorita”. Al parecer mi respuesta le agradó pues luego de recomendarme sea más cuidadosa me dejó ir sin ponerme multa alguna.
Hoy en día he mejorado mi manera de conducir y manejo el VW Gol, debo reconocer que me encanta sentir el poder del motor y la rapidez con que revoluciona en cuestas o calles empedradas y disfruto mucho de la suavidad de su timón hidraúlico y lo rápido que responde a los cambios de velocidad, muy diferente de como era manejar mi amado escarabajo.
Como sabemos conducir es  un acto de responsabilidad con uno y con los demás y debe ser tomado muy en serio. Es por esto que aún siento que estoy en proceso de aprendizaje y aún sueño con ser tan buena conductora como algunas de mis amigas. Creo  sinceramente que las mujeres podemos ser tan buenas  o inclusive mejores manejando que los hombres  y que la frase inicial de esta nota no se aplica todas
De todas maneras y mientras perfecciono mi estilo de manejo, todos los días sigo esta misma rutina, después de bañarme, vestirme y maquillarme suavemente, me calzo mis zapatos de tacón y salgo de mi casa. Abro la puerta de mi carro, entro en él, me pongo el cinturón de seguridad y luego abro la guantera  en donde tengo una linda caja bellamente forrada con raso color rosa, la abro y cuidadosamente saco de ella un buen par de cojones, me los pongo y enciendo mi auto.