viernes, 18 de marzo de 2011

El regalo (cuento)


Al entrar en la sala de la casa de su madre Violeta la encontró  bastante molesta, no tuvo ni siquiera que preguntar que sucedía porque la elegante señora apenas la vio se lo dijo:

- Como siempre, una compra un regalo con cariño y la persona lo recibe y ni lo mira. Es la última  vez que le regalo algo a tu tía Maricucha.

- Ay, mamá – le respondió Violeta conteniendo la risa – seguro le regalaste un adorno para su sala. Ya te dije que a la tía no le gustan los regalos impersonales.
Al escuchar la espontánea respuesta su madre se molestó aún más y salió de la sala con paso firme.

Esa noche la joven recordó el incidente y pensó en los muchos regalos que había recibido en su vida, recordó aquellos que la emocionaron mucho y aquellos que recibió, sonrió y guardó sin darles una segunda mirada. Y llegó a la conclusión que los regalos que más solemos recordar son aquellos inesperados y que no precisamente son cosas materiales en comparación con los que inconscientemente esperamos en Navidad, cumpleaños o fiestas especiales. Este recordar hizo que Violeta pensará en un regalo inesperado que había recibido hace algunos años y que guardaba con mucho amor en su corazón…

En un tiempo de su vida Violeta trabajaba en una importante empresa en donde era asistente de gerencia. Su jefe era un hombre muy inteligente y preparado que estaba profundamente enamorado de su esposa a la que solía llamar de cariño “corazón”. Cada vez que hablaba con ella por teléfono era común escucharle decir: “Claro corazón”, “Ahí estaré corazón” “Nos vemos corazón”, etc. Violeta siempre comentaba con sus amigas de trabajo lo tierno que se escuchaba esa palabra, cuanto amor denotaba y en lo lindo que sería tener un hombre que te llamara así.

En esa misma época, Violeta había pasado la experiencia de vivir varios amores desgraciados y había hecho el firme propósito de no enamorarse estúpidamente de nuevo y de que si conocía a alguien disfrutaría del momento sin lazos sentimentales. Un objetivo totalmente irreal para alguien tan sensible como ella quién muy en el fondo no había logrado desconectar los sentimientos del placer.  El caso es que firme a su resolución Violeta salía a menudo con sus amigas de trabajo y se divertía cuanto podía. Y fue en una de esas salidas que conoció a Gabriel. Un hombre interesante, inteligente y divertido que buscaba precisamente eso, placer sin ataduras sentimentales. Empezaron a salir,  se comunicaban todos los días por teléfono y se enviaban cientos de mensajes y se empezaron a relacionar de una manera nueva para Violeta.    Una noche luego de varios mensajes apasionados, Gabriel le mandó uno final a manera de despedida. El mensaje decía: "hasta mañana corazón."  Al leerlo, el corazón de Violeta saltó, lo leyó una, dos veces y sus ojos se llenaron de lágrimas  ya que por un momento se sintió genuinamente querida por este hombre al que contrario a su propósito original había empezado a amar. Luego de la emoción inicial la joven Violeta empezó a racionalizar la situación, recordó quienes y que eran ella y Gabriel y decidió no engañarse a sí misma sabiendo que para él esta era solamente una manera más de despedirse.

Con el tiempo Gabriel y Violeta se dejaron de ver, él nunca se enteró de lo que ella había sentido aquella noche ya que la joven no encontró ninguna razón para contárselo.

Ese mensaje y lo que decía era un recuerdo que Violeta había guardado con cariño por varios años y que hoy le hacía pensar en cómo en ocasiones le regalamos a las personas aquello que necesitan sin saberlo. Este “aquello” no es algo material necesariamente sino algo más verdadero como una ilusión, una esperanza o simplemente el saber que le importas a alguien.
Violeta siempre pensará que Gabriel le regaló una pasión, una ilusión y también y sin saberlo un segundo de amor.