martes, 30 de agosto de 2011

La decisión

Mariana se despertó temprano. El vuelo había sido pesado pero ya estaba en aquella gran ciudad cómodamente instalada en ese pequeño y hasta familiar hotel. Se estiro largamente en la cama y pensó en que lo había hecho. Había viajado hasta allí, había cruzado la línea y ahora solo faltaba esperar. Esa noche daría el paso final. Aquel que la convertiría oficialmente en una mujer diferente,  en la mujer que siempre había sido pero que su educación y pasado había tenido recluida por muchos años.
Se levantó y se dio una ligera y rápida ducha. Se vistió y salió alegremente a buscar algo para desayunar y luego ir de compras. Esa noche debía ser perfecta y sabía muy bien que eran los detalles los que lograban la perfección.
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Gabriel se despertó de un salto. El estridente sonido de la alarma lo sacó de su sueño de un golpe. Presuroso se metió en la ducha y se vistió pensando en su cita de negocios, en si tenía todos los documentos para hacer el trato y en la complicada reunión que tendría en unas horas. Ese era uno de los motivos de su viaje a esa gran ciudad. Al subir al taxi y sentarse pensó además en la segunda razón que hacía de ese viaje uno especial. Racional como era decidió enfocar toda su atención en el trabajo y una vez de haber terminado con el empezar a pensar en lo que sucedería esa noche. Quería que todo fuera perfecto y así sería pero en eso pensaría después.
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Mariana entró al gran centro comercial. Ella era una experta compradora que bien podía encontrar una bella pieza de ropa en un lugar como ese y en una sencilla feria de barrio. Tenía un gusto natural para la ropa, conocía bien su delgado cuerpo, sabía que estilos y texturas le asentaban mejor y tomaba ventaja de su delgadez para verse bien. Entro a la exclusiva tienda y se dirigió decidida el área de lencería. Sabía bien que quería. Un bello conjunto de encaje color vino. Si bien por lo general las mujeres escogían el color negro que era un símbolo de sofisticación y sensualidad. Mariana gustaba de salir de lo convencional. El rojo vino representaba para ella mucha sensualidad pero también sofisticación y feminidad. Se probó algunos modelos y finalmente se decidió por uno de encaje que resaltaba su pequeño busto y hacía notar la curva de sus caderas.
Luego fue a la sección de calzado. Los zapatos eran su fascinación desde niña. Si bien no era especialmente alta parecía serlo más pues sus largas piernas daban la impresión de ello. Sabía bien que un bello par de zapatos eran el acompañamiento perfecto de unas lindas piernas y entonces tenía en su casa todo tipo de estos desde simples ballerinas sin taco hasta elegantes botas de tacón alto. Para esta ocasión buscó unas lindas sandalias negras de taco siete. A Mariana siempre le gustaron sus pies, no podía jactarse de tenerlos pequeños pero si de tenerlos muy bien formados, largos y delgados sin nudillos  y no dudaba en mostrarlos siempre que podía y esta noche así sería.
El maquillaje, el perfume y el vestido que usaría los tenía ya en el hotel. Contenta con sus compras salió a buscar algo de almorzar y a esperar su llamada.
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Gabriel terminó su reunión de trabajo. Había sido complicada como lo predijo pero había sido todo un éxito. Había logrado el contrato que tantos beneficios le traería a él y a su empresa.  Su carácter  fuerte sumado a su inteligencia y carisma natural eran una ventaja contra sus competidores y él lo sabía y tomaba ventaja de ello. Se sentía satisfecho consigo mismo. Pensó que ya era tiempo de empezar a hacer los arreglos para esa noche. Decidió ir al sauna para relajarse y luego de almorzar llamarla. Ya sabía dónde la citaría, ya sabía dónde la llevaría después de conversar con ella. Había esperado ese encuentro por mucho tiempo y aunque no le agradaba los arrebatos románticos tenía que reconocer que esa mujer le inspiraba algo más que solo pasión.
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Mariana estaba almorzando cuando recibió su llamada. Trató de fingir tranquilidad pero el solo hecho de escuchar su voz la dejó sin habla. Había practicado en su mente lo que le diría pero su aprendido libreto pareció esfumarse apenas dijo “hola”. Anotó el nombre del restobar donde se encontrarían así como la hora. Se despidió de él tratando de sonar casual y cortó la comunicación. Luego de dar un suspiro recordó la llamada y se enojó consigo misma por permitir que él tenga ese poder sobre ella.  Se reclamaba a si misma el porque tenía que ponerse nerviosa, ¿no era acaso una mujer exitosa en su propia carrera? ¿no había sufrido y superado sus complejos y temores? Se consoló pensando que esto que sentía era irracional, que nunca sabría la respuesta así que no valía la pena pensar en ella  y se apresuró a irse al hotel a dormir una pequeña siesta antes del encuentro.
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Gabriel  se despertó  de la siesta, ir al sauna lo había relajado y se sentía fuerte y vital. Abrió el closet y sacó la ropa que se pondría. Una camisa negra con finas líneas de  una suave tela que dejaba notar su tórax bien formado por el ejercicio y la dieta sana. Unos pantalones  oscuros  de buen corte y zapatos casuales No olvidó echarse una varonil colonia luego de peinarse. Por un momento sonrió burlándose de sí mismo por poner tanta atención a su aspecto pero pensó que la ocasión lo ameritaba.
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Mariana despertó de su siesta. Corrió a la ducha esta vez para regalarse un largo y vaporoso baño. Disfrutaba mucho de darse largas duchas que se convertían en un ritual personal. Lavó su cabello y jabonó su cuerpo con un jabón delicioso que olía a flores. Se secó contenta y se dispuso a vestirse.
Luego de ponerse el conjunto de lencería que había comprado, sacó de la caja el vestido que había llevado para la ocasión. Era un vestido rojo sencillo sin ornamentos  con diseños de figuras de estilo chino y mangas cortas que terminaba algunos centimetros sobre sus rodillas.  Se pegaba a su cuerpo como una segunda piel dejando ver sus suaves curvas.  Se sentó en el taburete frente al espejo y se peinó. Llevaría el largo y negro cabello suelto, lo secó y cepillo hasta hacerlo brillar. Luego empezó a maquillarse discretamente, nunca usaba polvos compactos o maquillaje en crema pues no le gustaba. Solo aplicó un poco de sombra oscura y delineador en los ojos, rubor en las mejillas y no olvidó el toque final: un lápiz labial rojo vino sobre el que aplicó un poco de brillo. Contenta con el resultado roció un perfume dulce y floral en sus muñecas, el cuello y detrás de sus rodillas. Finalmente se calzó las sandalias negras y tomó su pequeño bolso, se dió una última mirada de aprobación y  salió apresurada a tomar el taxi que la esperaba en la puerta del hotel.
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Gabriel llegó temprano al restobar. Había quedado con  Mariana en decirle al maître en que mesa estaría y así lo hizo. Pidió un vaso de whisky y procedió a esperarla. Mientras lo hacía recordó cómo se conocieron, cómo se relacionaron y se preguntó una vez más a si mismo porque se complicaba la vida con esta mujer tan distinta a él. Tan exasperante en ocasiones, tan frágil a veces y tan explosiva en otras. Algunas veces inteligente e intuitiva y otras impulsiva y hasta tonta. Sabía que podía en ese momento estar con cualquiera de las muchas amigas que tenía en la ciudad, mujeres que no le traerían complicación alguna y que disfrutaban como él de un encuentro casual y sin consecuencias pero ahí estaba él esperando por Mariana. Y siguió esperando y pasó media hora y pasó una hora y Mariana no llegaba. Molesto la llamó a su celular y no recibió respuesta. Decidió esperar 15 minutos más y después irse. Y así pasó, pagó la cuenta y molesto salió del restobar, tomó un taxi jurando que nunca más volvería a contestar sus mensajes y que no aceptaría sus disculpas en caso se atreviera a darlas, tomó su celular y buscó el número de una de sus amigas.
Lo que Gabriel no sabía es que Mariana lo vio salir del restobar desde el taxi que estaba parado en el otro extremo de la calle. Lo vio subir enojado a un taxi y tomar su celular y mientras eso pasaba las lágrimas rodaban por sus mejillas. No pudo hacerlo, no pudo encontrarse con él y no por pudor sino porque no pudo superar el miedo a que la realidad no sea como la fantasía. Por mucho tiempo soñó con ese encuentro, con estar entre sus brazos, con sentir sus caricias, con escuchar su voz y cuando estaba a punto de vivirlo el temor a que todo fuera diferente la venció. Mariana decidió finalmente quedarse con la fantasía, tal vez se arrepentiría después pero por ahora era su elección.


3 comentarios:

  1. Está muy bonito el cuento, el final inesperado, aunque con algunos elementos pequeñitos podría haber quedado totalmente imprevisible, pero muy bien estructurado. Cuida los detalles, si bien hacen una buena historia, algunos pueden parecer redundante si no contribuyen de alguna forma a la historia en sí. Buen trabajo Grethis, muy buen cuento. Un abrazo!!!

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  2. a mi me gusto... me pareció una historia conocida

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  3. Gretha me gustó mucho el cuento, sabes que hay alguien que me gusta demasiado y en condiciones similares a las que cuentas, pero también me pregunto eso que planteas, que tal si todo resulta diferente a como pienso y no me divierto como lo he imaginado, después quedan las incomodas excusas. Adelante Gretha, te estás soltando muy bien, felicidades amiga.

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