sábado, 10 de septiembre de 2011

Mis tres Yo


María:    Hola mamá! ¿Dónde están?
Abuela:  La nena me pidió que la lleve al City Toys y como la profesora me contó que se había portado muy bien hoy decidí premiarla.
María:    Ay mamá! A ver por favor pásame con la nena.            
María:   Estás con tu abuelita en el City Toys? Qué bueno hijita!
Hijita:   Sí mami. Está muy bonito.
María:  Ya! Pero escúchame por favor, no sudes ni te saques las medias. Ah y no corras mucho mira que estás con gripe!
Hijita:   Ya mami!
María:  Pásame con la abuelita
María:  Mamá, ¿cómo la llevas al City Toys? Está con un poco de gripe y cuando yo la llevo le pongo doble media.  Y por favor no le compres ningún helado porque después empieza a toser.

María voltea hacia mí al colgar el teléfono con expresión preocupada me dice que su mamá acaba de llevar después de clases a su hijita de cuatro años al City Toys un lugar de juegos para niños que se encuentra dentro de un centro comercial. Yo le digo que no se preocupe, que este es un lugar cerrado donde no hay corrientes de viento y es muy seguro. Ella me mira con una expresión que quiere decir: “Claro como tú no tienes hijos, para ti todo es seguro”  

Esta conversación tuvo lugar ayer y precisamente el día cuando por casualidad o no tanta recibí varios comentarios a una foto mía que puse en mi cuenta de Facebook. En esta foto yo debo tener unos tres años y se me ve pensativa en el jardín de la casa de mi abuela. En ella se me puede ver peinada con dos “colitas” fuertemente sujetas con una banda. Mi comentario a la foto era que nunca peinaría así a mi hijita porque duele mucho. Luego de algunos comentarios graciosos  uno de mis amigos me dijo algo que me dejó pensando. Me dijo que tal vez de niña yo era muy traviesa y que cuando mi madre me sujetaba fuertemente el cabello para que no me despeira jugando yo asocié el dolor que esto me significaba con el hecho de serlo y fue así que de alguna manera se formó mi carácter tímido y reservado.

Este  es el largo preámbulo a esta nueva reflexión: es sorprendente como hechos que parecen insignificantes de nuestra niñez tienen un gran impacto en nuestra vida de adultos. Nuestros padres nos aman y quieren lo mejor para nosotros pero a menudo además de cuidado y amor también nos entregan sus propios miedos, inseguridades y prejuicios. Quién escuchara a mi compañera de trabajo podría ver dos cosas: a una madre preocupada por el bienestar de su pequeña hija pero también podría ver a una madre que inconscientemente le dice a su hija que la vida es un constante peligro, que las cosas bonitas y divertidas nos pueden hacer mal, que no hay que ser muy feliz porque te puedes enfermar o como ayer comentaba otro amigo: "No te rías mucho, porque después estás llorando"

Hace algunos años asistí a un curso sobre Análisis Transaccional. Esta es una corriente psicológica  propuesta por el psiquiatra Eric Berne en los años 1950 en Estados Unidos. Según su teoría las personas juegan tres roles en sus vidas: el Yo Padre, el Yo Niño y el Yo Adulto. Y cada uno de estos aspectos tiene características especiales: el Yo Padre es aquel estado que toma la figura paternal de nuestra personalidad. Quién nos dice lo que debemos hacer, quién discrimina entre lo que es correcto de lo que no. Este aspecto de la personalidad es un reflejo y reproducción de las actitudes y opiniones que inconscientemente tomamos de nuestros padres o figura paterna en nuestra niñez. Lo notamos cuando tendemos a dar  consejos a los demás, ponemos etiquetas, hacemos juicios de valor, damos órdenes, etc.
El Yo Niño es nuestra parte más sensible. Es nuestra parte subjetiva que deja ver nuestros sentimientos, es espontáneo, alegre pero también temeroso y necesitado de cuidado y cariño. Se dice que es la parte más genuina de nosotros. Nuestro niño se manifiesta cuando nos alegramos verdaderamente por las cosas, cuando expresamos cariño, cuando nos maravillamos por algo pero también cuando nos enojamos sin razón aparente, cuando expresamos nuestros miedos o prejuicios y cuando dejamos ver nuestra inseguridad. Nuestro Yo Niño está fuertemente influenciado por la calidad de nuestra niñez y permanece con nosotros hasta nuestra muerte.
Y finalmente nuestro Yo Adulto, esta faceta de nuestra personalidad es más objetiva. Es nuestra parte racional la que toma decisiones basándose en datos concretos sin ideas preconcebidas o alusivas. El Yo Adulto recoge datos de la realidad y los analiza para sacar conclusiones racionales y tomar una decisión. Es nuestra parte menos subjetiva que se manifiesta mediante la serenidad, el escuchar atentamente, el hacer preguntas objetivas, etc.

Según Birne diariamente experimentamos un juego de roles en estos tres aspectos de nuestra personalidad y lo deseable es un equilibrio entre las tres ya que si logramos este equilibrio seremos una persona  psicológicamente saludable.
Algo que también aprendí en este curso es que estas tres facetas de nuestra personalidad se marcan claramente durante nuestra niñez en donde inconscientemente desarrollamos un “guión de vida”  Este “guión” se forma basado en nuestras experiencias, en quienes fueron nuestros padres, en cual fue el modelo de vida que estos nos enseñaron, en como manejamos nuestros temores de niños, en nuestras maestros y compañeros de escuela, etc. Este “guión” dirige nuestra vida de adultos y si bien pareciera que un adulto ya nada puede hacer respecto a lo que pasó en su niñez, el objetivo de esta corriente psicológica es el analizar esta realidad y de cambiar de manera consciente este "guión de vida"

Ayer cuando escuchaba a mi compañera de trabajo hablar con su niña y sucedió el episodio de mi foto de pequeña recordé este curso y pensé en que mi amigo tenía razón. Coincidentemente horas después me sucedieron dos cosas que hicieron aflorar mi niño temeroso e inseguro. Hoy mi adulto analiza lo que me sucedió ayer y decide que no hay que sentirse triste, que todos tenemos derecho a un momento de debilidad y que debemos tratar de controlarnos mejor y pensar bien las cosas en adelante, mi padre amoroso me dice que no me sienta mal, que es parte del proceso de crecer  y que si bien mi niño a veces me juega malas pasadas en uno bueno. Mi niño siente que ya pasó el mal rato  y se excusa diciendo que no lo conocen bien y que si así fuera podrían entenderlo mejor. Diálogos internos como el mío suceden todos los días y en todas las personas.

Cuando pienso en mi día de ayer y en el episodio de mi foto y la conversación con mi compañera de trabajo veo que nada es casualidad y que este sirvió para recordar que tengo tres Yo y así reflexionar en el porque de mis actitudes y reacciones.
Hoy te motivo querido lector a que tú también te tomes un tiempo para pensar en tus tres Yo y espero de todo corazón que hayas alcanzado el equilibrio entre ellos.   


3 comentarios:

  1. Bonita nota Gretha! Interesante el resumen de la teoría del análisis transaccional. Como conversábamos ayer con Claudio, el cerebro humano no ha sido diseñado para el raciocinio o el atruismo y menos para el amor, el cerebro responde a un d ...iseño de supervivencia, por lo tanto su principal tarea es hacer que el sujeto sobreviva, por ello responde al estímulo (o sobrestimulo en estos tiempos) o esconde y minimiza las malas experiencias del pasado al punto de construir recuerdos que no corresponden a la realidad e idealiza las buenas experiencias haciéndonos creer que fueron mucho mejores de lo que realmente fueron. Un abrazo!!!

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  2. Gretha que nota más interesante, en definitiva es así todos compartimos esos tres roles y tomando en cuenta el comentario de Miguel que es muy acertado también, lo que somos ahora depende de todas las experiencias que te marcan a lo largo de la vida. Si me veo a mi misma y analizo estos tres creo que estoy bastante equilibrada aunque a veces pienso que mi niño interior me gana muchas de las batallas, es bueno en ocasiones cuando se trata de me caí, me dolió, me levanto, me limpio y vuelvo a empezar sin miedo. Pero es negativo cuando no asumo compromisos emocionales (supongo que recuerdas nuestra conversación de ese tema) que hasta cierto punto es la respuesta de supervivencia de mi cerebro a no sufrir, porque creo que la vida es para disfrutarla no para sufrirla.

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